LOS 39 ESCALONES
CRITICA DIARIO EL MERCUERIO "BRILLA COMO UNA AUTENTICA JOYA DE DIVERSION TEATRAL”
Entre tanto subproducto escénico que ha invadido nuestra cartelera confundiendo chabacanería con humor, “Los 39 escalones” brilla como una auténtica joya de diversión teatral. Hallazgo de elección de repertorio y un éxito rotundo dondequiera se haya dado, es un deleitoso juguete cómico, entretenido y gracioso de pe a pa, rebosante de agudo ingenio y asombrosa inventiva. Si aquí existe un público despierto, debería llenar sala por largos meses: no hay forma de que alguien pueda aburrirse con él.
Estrenada originalmente en Londres en 2006, ofrece una teatralización del filme homónimo que dirigió Alfred Hitchcock en 1935 dentro de su período ingles, y que es un clásico del cine de espionaje. La gracia es que se impone el desafío de contar la intriga de misterio y acción con solo cuatro actores. El protagonista es un tipo aburrido que debe huir de Londres cuando se ve involucrado en un asesinato que no cometió, mientras lo persiguen la policía y además los matones de una siniestra conspiración internacional. La única actriz se hace cargo de los tres roles femeninos de la historia, y los otros dos actores se multiplican en más de un centenar de personajes secundarios, a veces con cambios a la vista (e incluyendo algunos objetos inanimados). Lúdicamente el relato escénico va creando los más diversos lugares de acción con sencillos elementos de utilería, mientras se apoya en una muy elaborada pista de sonido y una vivaz pauta de luces que genera los rápidos giros de ambiente y atmósfera.
Divertidísimo, este pastiche funciona como una comedia farsesca y muy física, llena de sorpresas absurdas o extravagantes. Es un tributo nostálgico que al mismo tiempo parodia el ‘suspense’ cinematográfico, en tanto evoca la sensibilidad que gustó de ese estilo y una época pasada que no volverá. No es necesario conocer la cinta para seguir la entrega, pero desde luego haberla visto agrega un placer extra (la música incidental suele citar otros filmes de Hitchcock).
El mérito del director Felipe Ríos consiste en desplegar el exacto y vertiginoso mecanismo de precisión que es la obra, con vibrante energía. Aunque sería deseable una mayor diferenciación de los caracteres múltiples, cada uno de los ejecutantes -Eyal Meyer, Patricia López, Sebastián Layseca y Francisco Gormaz- gozan jugando sus partes y trasmiten su propio disfrute al público. Con un peligro: es una obra ideal para que sus intérpretes se entusiasmen por ser aún más chistosos “metiendo morcilla” (‘salidas’ propias fuera de contexto), de modo que es preciso que el director mantenga el control.